Lleva la voz y la hierba desde lejos
flota al abrigo del caudal y el murmullo
del agua, su fluir que distingue su faz
con apenas destellos que el sol le marca;
su voz, su fina voz, la hierba que flota
y el cauce que esgrime su trueno incansable
marcan la ribera y nos dicen la historia
del mar y la lluvia crecida en la tarde,
sus vapores lentos entre matorrales,
inevitable rostro del mar, el río
es voz del océano alejado, es lengua
que surge de un largo trayecto ilegible;
sentencia, es mandato, es ley que nos arde
en la piel y se vocaliza en nosotros,
en nuestra boca, entre las rocas que tocan
lo que más duele de la tierra y el cielo,
lo que llueve entre nosotros, la sentencia
del mar, de las armas, las ramas caídas,
las burbujas navegantes y el destello
singular y repetido que nos dice
que una voz es la misma voz que es la misma,
que el río es voz del mar, es silbido de alondras
una orden lejana que viaja en la brisa,
en la brizna que flota en la turbulencia.
Sus palabras brillan en la profundidad
de sus aguas y su mandato marino.
Lleva las hojas por un sendero ajeno;
sus corrientes, el cauce, la espuma fugaz,
sus únicos brillos son la voz del mar,
las mareas que contenidas en su paso
expresan su voluntad incontenibles.
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