Wednesday, October 22, 2008

La tormenta

Trazan sus pasos el rastro de la tromba
y su camino desata la tormenta.
La ribera se disuelve en el azote
de la lluvia y el viento. En tanto viaja
contra el agua que lo ciega paso a paso
como los recuerdos ciegan el presente.
Su corriente nos arrastra atropellada
por los olores de la hierba, las tardes,
nuestra casa en llamas contra el cielo ardiente,
la pulsión que incendia nuestro pensamiento,
ese mundo que fue nuestro, desmembrado.
El torrente lleva los últimos restos
de todo, lo nuestro, lo ajeno, lo perdido;
lleva las hojas y desde lejos flota
el rastro de sus afectos olvidados.
La evidencia es su paso ante el desastre.

Saturday, October 18, 2008

Las primeras palabras de Pablo

Sabíamos que era probable que sus primeras palabras no fueran en
español. Las maestras en la guardería decían que ya empezaba a
ensayar con algunos sonidos y que pronto diría alguna palabra
inglesa. Nos sorprendió que la primera palabra que dijo fuera
"Batman", mientras señalaba al escudo del super héroe.

Wednesday, October 08, 2008

De esto se trata

Entonces, me levanto de la cama y no entiendo por qué el mareo no cesa. La ventana se me viene encima y corro hacia el otro lado tratando de esquivarla, chocando contra los pies de la cama y enredándome con la ropa tirada en el piso. Escucho los gritos a la distancia y reconozco que tengo que salir de ahí lo antes posible, tengo que acallar el llanto en la habitación contigua pero el balanceo se vuelve más violento y no me permite dar otro paso sin caer al piso una y otra vez. Decido esperar. Viajo con el vaivén mientras los gritos se vuelven más apremiantes, pero ya no puedo hacer nada. Cierro los ojos. Sigo viajando.

Friday, October 03, 2008

La isla

Lo que es un hecho es que es tremendamente difícil encontrar libros
de autores que no escriban en inglés en Canadá. Hablando de
literatura insular.

Nadie nos ve

1. Es común encontrar instrumentos que nos permiten ver sin ser vistos. A mi hijo le regalaron un catalejo que tiene un orificio a la mitad del cilindro y que tiene un lente para reflejar la imagen lateral, en lugar de la frontal, la que parece evidente que observa. Cuando se lo dieron le pareció una sofisticación inútil; la evidencia de la observación directa era mucho más placentera que el engaño inocente. Le gustaba más levantar la falda de las mujeres que dejar caer sutilmente el espejo o asomarse por debajo de la mesa.

 

2. Toda perversión oculta se disfruta la mitad. Cada vez que viajamos nos preguntamos qué es más importante; la fugaz experiencia vivida en el instante o el recuento al que tendremos un acceso limitado de veces.

 

3. O será también que las conversaciones de un lado a otro de los salones, sin pudor, son como el goce descarado o el grito que se desprende del bajovientre.

Thursday, October 02, 2008

El plan de una vida en paralelo

Que se compara con la difusión de un líquido de diferente densidad
dentro de otro.

En las supersticiones

La Enciclopedia de las supersticiones dice que existe una correspondencia entre la sombra y el alma. Por eso no hay que pisar la sombra de nadie.

Monday, September 29, 2008

Mi nombre en la mesa de regalos

Publicado en Panic Magazine, http://www.panic-magazine.com

1.
Dicen que los monstruos se clasifican en dos tipos: los que su anormalidad los hace diferentes a nosotros y los que son muy parecidos a nosotros y que conviven en nuestra cotidianeidad. Cada mañana trato de convencerme de que no soy uno de ellos. Trato de identificar las diferencias, insuficientes para lanzarme al primer grupo, y después me esfuerzo por sentirme naturalmente asido a un código de naturalidad. Digo mi nombre y dudo. Trato de no pensar en que al decirlo, invoco a alguien que pienso sigue anclado a mi cuerpo.

2.
Se sabe que la mayor parte de los crímenes actuales relacionados con el robo de identidad son perpetrados por individuos que conocen a la víctima. La suplantación para sacar provecho a partir de cuentas de banco a nombre de otra persona, de hipotecas, de compras y subastas falsas o de imputación de crímenes de diversa índole, con frecuencia se dan a partir de la cercanía, de la familiaridad o al menos del estudio próximo de los hábitos o las carencias. Los estudios más recientes reflejan que aquello que se pretendía un mal atribuido al uso del Internet y el correo electrónico, está más cercano a las prácticas de pillaje comunes. Los criminales entran a la casa por invitación; comen con nosotros y nos ayudan en lo más cotidiano. En ocasiones, son parte de nuestra familia y cuando los vemos nos da mucho gusto reconocerlos entre la multitud. Se valen de un descuido insignificante; a veces basta con que estemos mirando a otro lado o que no lleguemos a la reunión que debimos. En ese momento toman nuestro nombre, nuestra personalidad social. Cambian nuestra dirección, modifican nuestro estado civil y nos vuelven odiados en círculos a los cuales no tenemos acceso. Es un yo dislocado el que hace y compromete. Lo más nuestro, nuestra intimidad tiene una cara independiente a la nuestra; baila y viaja. Ese otro yo se viste distinto y cuenta otras historias. Besamos a otras mujeres y fumamos o bebemos sin la reserva habitual. Mientras estamos dormidos, el otro se atreve y desafía a todas las leyes. No es anormal que soñemos de forma extraña o que sintamos escalofríos al mirarnos al espejo; finalmente el otro está unido por un cordón umbilical extendido a partir de un par de vocablos. Mientras alguien nos despoja, caminamos por la calle con una extraña sensación de automatismo.

3.
En la reciente novela de Rivka Galchen, el personaje principal se enfrenta a un fenómeno peculiar. Un día, una mujer, que guarda un extraordinario parecido con su esposa, se presenta en su casa vestida exactamente como ella, con los mismos gestos, corte de pelo y los mismos movimientos. El personaje principal está seguro que la mujer con la que está conviviendo es un doble de su esposa, pero no es ella. En la novela, investiga a partir de una sociedad de meteorología el origen del fenómeno y asocia la impostura con una perturbación climática. El llamado Síndrome de Capgras, que se caracteriza por la idea de que una o más personas que rodean al individuo han sido sustituidas por impostores, es presentado como algo inquietante, pero que poco a poco va derivando en un asunto relativamente placentero. Una situación de angustia puede ver ser vista como el cambio de andén, la fuga deseada.

4.
Gauvain perdió su nombre. Todos decían que lo mataron. Para dar fe de tal hazaña, mutilaron su cuerpo y repartieron las partes en diferentes lugares. Ante tal demostración, Gauvain no tenía lugar en el mundo. Él vivía y su nombre había muerto con el cuerpo desmembrado de un infeliz.

5.
Al mudarme a un país en el cual no hablan mi idioma, supe que a la gente le resultaba difícil pronunciar mi nombre. Cambié la acentuación para que me entendieran; suavicé las consonantes y fingí una apertura en las vocales que no tenía nada que ver con mi habla. Depuré el procedimiento una y otra vez hasta llegar a un sonido que guardaba un parecido lejano al nombre original, pero que podría ser repetido por mis nuevos vecinos; la prueba de fuego era cuando yo decía mi nombre y otra persona podía escribirlo. Al cabo de un año lo logré. Recibí la primera carta escrita con mi nombre correctamente, sin que lo hubiera deletreado con anterioridad a la persona que la escribió. Contrario a lo que esperaba, en ese instante sentí pánico. A partir de ese momento, volví a pronunciar mi nombre ininteligiblemente, como era originalmente, como siempre ha sido. Ante la verificación incorrecta de quien me escuchaba, sólo asentía con la cabeza.

6.
Gauvain, sobrino del Rey Arturo, salió tras Escanor. Quiso vengar la osadía de quien robara a una doncella que estaba bajo su custodia. En su camino se topó con dos mujeres que lloran junto a un joven a quien han dejado ciego. Ellas le dijeron que dos hombres habían matado a Gauvain, el famoso caballero que aumentara su fuerza con la luz del sol, y que habían sacado los ojos del joven que se lamentaba al lado de ellas. Gauvain no desmintió su muerte. Siguió su camino para liberar a la doncella robada y se empeñó en no volver hasta terminar con el equívoco y recuperar su nombre. En la aventura, Gauvain busca su nombre en el bosque, entre la gente, en la noche y en la lucha. Sin su nombre, Gauvain no es nadie.

7.
Atado a mi persona, no siempre asumí mi nombre con gusto. Recuerdo que durante una época me parecía repugnante. Culpaba a mi padre de haber perpetuado un nombre malsonante y ridículo. Prefería los nombres que no me señalaran tan distinto, que convivieran con la estadística, que su aceptación fuera inmediata por cotidiano. Años después, dediqué tiempo para que el nombre tuviera algún significado, más allá de mí. Pensaba que debía de vivir solo, como una entidad autónoma, con la posibilidad de hablar de éste en tercera persona.

8.
Mi padre era un hombre bueno y sensato. Su carácter era discreto. Como casi todos los médicos, sus juicios tendían a ser categóricos. Esta aparente severidad desaparecía frente a nosotros, sus hijos, que crecimos bajo una consigna de relativa beligerancia. Siempre nos escondió las experiencias relacionadas con la práctica médica, ya que las calificaba como asuntos graves, impropias para ser compartidas con nosotros. Cuando tuve mi primer trabajo, como asistente en una empresa de aviación, me enfrenté a un problema en el cual necesitaba la ayuda de un alto funcionario del aeropuerto. Ingenuamente busqué la oficina de la autoridad más alta en la organización nacional de los aeropuertos. El problema no ameritaba tal intervención, pero mi inmadurez me llevó a creer que si buscaba hablar con la instancia de mayor nivel, resolvería más fácilmente mi problema. Al anunciarme con la secretaria, ella me miró y se levantó del asiento sin decir palabra. Yo me quedé de pie frente a su escritorio, sin saber si debía sentarme a esperar o salir de ahí de una buena vez. Momentos después, el director salió de su oficina, diciendo mi nombre con gran familiaridad. Me abrazó y me preguntó por mi padre. Me dijo que era una gran persona y que admiraba su buen juicio. Yo pensaba lo mismo. Entramos a su oficina mientras la secretaria disimulaba una sonrisa mirando el piso. Escuchó mi caso y sin decir palabra levantó el teléfono y solucionó mi problema de inmediato. Se frotaba las manos. Reía a carcajadas. De pronto sacó un álbum de su cajón. Me mostró una foto en la que posaba con un grupo de amigos en ropa de ski, sonriendo a la cámara. Me dijo que mi padre se veía muy joven. Yo no encontré a mi padre y sin dejar de mirar la foto asentí. Insistió en que me llevara la foto, lo cual rechacé de la forma más cortés que pude. Antes de salir me regaló un libro sobre la historia de la aviación mexicana. Nunca regresé.

8.
Me inventé un abuelo alemán, entusiasta del nacionalsocialismo en el exilio. Cuando hablaba de él, bajaba la vista fingiendo pena. Decía que era el momento histórico que vivía la mayoría de los alemanes que estaban lejos de casa. A mi abuelo odontólogo, lo convertí en un rico hacendado del sureste.

9.
La habilidad natural que tenía el capitán Richard F. Burton, el célebre explorador que tradujera las Mil y una noches, para hablar diferentes idiomas – sus biógrafos dicen que hablaba veintinueve idiomas – junto con su capacidad histriónica, lo convirtieron en un espía mítico de la corona inglesa. Cuentan que en diversas ocasiones se hizo pasar por nativo del país al que llegaba, imitando a la perfección el acento de una lengua ajena. Sus insólitas transformaciones, apoyadas por disfraces perfectos, le permitieron infiltrarse en el tejido social de los países árabes, al grado de experimentar cambios íntimos en su manera de sentir el mundo. En alguno de sus diarios llega a decir que no entiende el reclamo de sus compatriotas por algunas de sus nuevas costumbres, adoptadas del mundo árabe. Su conflicto es que él mismo, a partir del encuentro de la similitud entre el Islam y el Cristianismo, así como de sus mutaciones físicas e intelectuales, a lo largo de sus diferentes incursiones en un mundo alterno, se convirtió en el otro, en un árabe por convicción. Su conversión se expresó no solamente en el idioma que ya dominaba, sino también en su estructura física y en sus forma de mirar.

10.
Gauvain tuvo que enfrentarse al demonio mismo, además de luchar contra los rivales más temibles para encontrar a aquellos que se jactaban de haberle dado muerte. Los combates y encuentros con doncellas y dueños son apenas un trámite, la sucesión extenuante de aventuras que poco reconocen su verdadera preocupación. Los rivales casi no se enteran de la búsqueda fundamental de Gauvain, el Sin Nombre, quien se bate para defender el honor de un nombre que le ha sido arrebatado. Gauvain guarda silencio; no hay forma de acreditar su legendaria destreza y todos sus actos se almacenan en un limbo del cual no saldrán a menos que logre recuperar lo que unos farsantes le han arrebatado y acredite bajo su nombre, las increíbles hazañas que acumula en su peregrinar.

11.
Al emigrar me cruzó por la mente la idea de dejarlo todo. En un alarde inconciente dije que no necesitaba de nada. Nos convertiríamos en otros, totalmente distintos. Mi esposa y mis hijos me escuchaban concientes de la torpeza. Nada nos ata. Nada nos llevaremos. Frente a nosotros solamente el horizonte.

12.
Los cirujanos plásticos defienden que con sus intervenciones pueden fortalecer el carácter y dar seguridad a sus pacientes. Basta con acortar la nariz, aumentar el volumen de los labios, hender la barbilla o quizás cambiar la actitud corporal por medio de implantes para que los nuevos individuos comiencen una nueva vida, se vuelvan seductores o simpáticos. El regalo perfecto para una quinceañera en muchas ciudades es una prótesis en los senos o la reducción quirúrgica en la cintura.

13.
Nuestra generación creció con el playback. Sorprendía que un cantante usara su voz en las presentaciones públicas y la mayoría actuaba simulando con una pista de fondo, cerrando los ojos con sentimiento.

14.
Odio a los imitadores en los teatros porque en general escogen, para sus actuaciones, modelos espeluznantes.

15.
Jocelyn Kirsch y Ed Anderton compraron y viajaron con identidades falsas, cristalizando sus deseos más frívolos a partir de tarjetas de crédito ajenas o cuentas inventadas de gente que apenas se enteraba. Al ser aprehendidos se supo que Kirsch se decía estudiante de la Universidad de Pensilvania y aseguraba hablar once idiomas, ambas afirmaciones falsas. En una de las múltiples fotos publicadas de la pareja de defraudadores, Kirsch aparece luciendo implantes en el pecho y extensiones en el cabello.

16.
Una tarde, el capitán Burton caminaba entre la gente. Su aspecto había cambiado. Vestía y miraba como un árabe, aceptado por los sufis. Unos antiguos colegas militares, caminaban en sentido opuesto. Burton chocó deliberadamente contra uno de ellos, quien maldijo a ese “negro”. Burton lo encaró y le reclamó su descortesía. Quien había practicado la broma, era Burton; la pregunta es si era él mismo quien caminaba por la plaza, usando su propio cuerpo.

17.
Nombrar de cualquier forma al demonio es llamar su atención. Se dice que habría que evitar cualquier alusión y que es mejor pasar desapercibido, no cristalizar su presencia en una voz que desataría un infortunio.

18.
Una manifestación clara de haber vendido el alma al demonio es perder la sombra. Acusa a la inmaterialidad de la propia existencia, impropia, sin territorio. Gauvain busca su nombre y se empeña por no perder su dimensión física, su fuerza, su bravura. Cualquier acto material se desvanecerá sin el registro asignado a su nombre. De nada valen los nuevos trabajos, ni los amores conquistados. Los actos se deslizan a la nada y el mundo es un territorio donde cualquier caminar es un acto proscrito, clandestino, desarticulado.

19.
Cada vez que digo mi nombre, siento un miedo profundo.

20.
Imagina la furia del caballero al caer de su caballo y golpea a su oponente. Imagina el sudor y la sangre que arde en los ojos, el sabor acre cuando la madera se rompe, cuando las mallas se quiebran y descubren la piel. Visualiza el dolor que siente al saberse herido, sin fuerzas, en el ocaso que lo debilita, con el peso de la espada también en su contra y, sobre todo, seguro de ser nadie.

21.
En sueños, evitaba ser atrapado en mi huida y me golpeaba con todas mis fuerzas contra un muro para desfigurar mi cara y hacerme irreconocible.

22.
Y si Gauvain no encontrara su nombre, entonces podría enfrentarse a una nueva vida, inventada, que termina a cada segundo que se consume, sin más premisa ni objetivo. Comería los manjares que le ofrecen en los castillos y gozaría de la compañía de las mujeres sin más afán que el de su paso. Su problema está en su memoria, en que a pesar de su intento por ser otro, volvería a hacer las mismas cosas, a blandir la espada como lo hiciera aquél que ha muerto, a hacer astillas las lanzas contra los mismos escudos, a partir el yelmo y curarse las heridas. El deseo de ser otro es solamente un simulacro.

23.
El Sin Nombre descansa. El dolor queda en el cuerpo. La mujer que lo acompaña huele a sexo al que apenas puede responder. La noche cae. Murmura con miedo su nombre perdido. Llora.

24.
El enamoramiento se compone de un juego de ocultamientos y revelaciones. El otro nos muestra quien es y pretende ser otro. La puesta en escena consuma día a día una ilusión. La mujer que duerme a su lado, una mujer desconocida y que repite los mismos gestos que su esposa, tiene un mayor poder de seducción por ser desconocida.

25.
A mi esposa le perturba cuando uso una loción distinta. Me dice que siente que me está engañando.

26.
Para Gauvain, saber que alguien había suplantado su muerte era peor que encontrar a un impostor vivo. Al vivo podría perseguirlo y retarlo a demostrar su identidad; ante su propia muerte, el reto era angustia.

27.
Nadie sabe mi nombre. No pueden pronunciarlo. Descanso mientras miro una ciudad que me gusta y a la cual no pertenezco. La tarde anuncia el final del verano, con sus ráfagas heladas y su luz impredecible. Alcanzo a oír una lengua que no conozco y sé que por más que lo esconda, alguien aprenderá a decir cómo me llamo

Nota: Publicado en Panic, http://www.panic-magazine.com en el número de Piratas. 

Mi nombre en la mesa de regalos.

Wednesday, July 09, 2008

Las alternativas

Cuando estás lejos, la ilusión de tener muchos caminos frente a ti y que puedes escoger el que te plazca se desvanece rápidamente. Solamente tienes una opción y la tomaste cuando abandonaste la casa. Sólo una.

Wednesday, June 18, 2008

El momento del penalty

Si todo mundo espera a que el tirador ejecute el tiro y en ese momento su mirada queda suspendida por encima del arco, un poco más arriba de la tribuna, donde parece encontrar algo que lo mantiene claramente atento y el público voltea a ver ese punto, ese espacio intangible, inexistente, sin que haya evidencia mayor que la simple mirada del jugador que ha detenido totalmente el curso del partido por algo que ha captado su interés y olvida el tiro que puede darle la victoria a su equipo, que ha luchado por llegar a donde está y cuya suerte depende de este tirador y que ahora miran el rostro boquiabierto del jugador sin saber qué hacer, el árbitro que empieza a impacientarse y se lleva el silbato a la boca sin atreverse a soplar y romper el impasse que el ejecutor vive junto con el público, cuantioso en el estadio e innumerable a través de los diferentes medios, mientras el jugador mantiene la vista fija en un lugar vacío, sin moverse, con los brazos colgando a sus costados. Después, casi sonríe.

Thursday, March 27, 2008

Están los que pueden dormir en los aviones y los que no podemos. Mi hermana asegura que en el momento en el que se sienta, se deja caer en un sueño profundo que termina con dificultad en el aterrizaje. Me pareció exagerado, pero pude constatarlo hace un par de años, en el último viaje que hicimos juntos. Caminamos por el pasillo móvil; yo cargaba el peso de lo pretendidamente indispensable para el vuelo: mi computadora, un par de libros, dos libretas y unas plumas. Ella llevaba una pequeña bolsa con su pasaporte y una cartera. Se despidió con una sonrisa, mientras acomodaba la cabeza en el asiento. Aún seguían subiendo pasajeros cuando ella se quedó dormida. Ni las instrucciones de seguridad, ni el movimiento del avión en el despegue parecieron molestarla en la profundidad de su sueño. Sentí vértigo en el momento en el que cerró los ojos. Su despedida me hizo sentir inmensamente solo. Pasé las casi cinco horas que duró el vuelo muy incómodo, pendiente de su descanso, sin poder leer, junto a su cuerpo inmutable, abandonado al deslizamiento suave del avión.

* * *

Abandonarse al sueño significa anular, o al menos disminuir, el control conciente sobre el aparato motor. Los movimientos de nuestro cuerpo mientras dormimos siguen su propio aire, en balance contra la aplicación de la voluntad en la vigilia. Al dormir, los niños se desplazan despreocupadamente de un lado a otro de la cama y se considera un avance en el proceso de la madurez el momento en el que pueden dormir sin caer al piso; es uno de los tantos triunfos del dominio personal. En los manuales de buenas costumbres se incluye un capítulo acerca de la etiqueta que debe observarse al dormir; una persona de bien debería guardar la compostura aún a la hora del descanso, recostada a su lado derecho para permitir una circulación armónica y evitar los ronquidos provocados por el sueño bocaarriba. Dormir en un avión implica contar con cierto nivel de seguridad o control de los movimientos en el abandono. También implica aislarse de la proximidad.

* * *

Durante algunos meses, tuve problemas al dormir debido a que en el momento de caer en el letargo inicial, mi cuerpo sufría una fuerte sacudida. En ocasiones, la sacudida era acompañada con la imagen de algo que me golpeaba y me hacía saltar de la cama. Otras veces era simplemente un fuerte tirón que parecía arrancar mis piernas. Dada la recurrencia de la situación, decidí hablar con un médico, quien me recetó un medicamento antiepiléptico ligero. Mi esposa se alarmó cuando le platiqué del tratamiento; curiosamente, el síntoma desapareció con la primera toma. Semanas después, el doctor me confesó que lo que me había recetado era casi un placebo y que mi malestar se debía más a una condición de tensión nerviosa que a un verdadero problema neurológico. La última vez que lo volví a sentir, fue durante un instante en el que casi me quedé dormido en un avión. Un ligero salto por una turbulencia leve en la ensoñación activó el mecanismo y mi cuerpo se crispó, totalmente desorientado. Tardé varios segundos en darme cuenta dónde estaba. En el sueño miraba una puerta enorme que se azotaba frente a mis ojos.

* * *

Mientras miraba a mi hermana dormir me preguntaba qué es lo que soñaría, si es que lo hacía.

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La creciente actividad neuronal y los movimientos oculares durante el momento de soñar mientras el resto del cuerpo permanecía inmóvil, hizo que los neurólogos le dieran a tal estado el nombre de sueño “paradójico”. Mientras los músculos pierden el tono, la actividad cerebral se intensifica. Ahora sabemos que el sueño paradójico comienza 90 minutos después del adormecimiento, y dura aproximadamente 20 minutos. El sueño paradójico se repite cuatro o cinco veces cuando dormimos, lo cual suma en total alrededor de cien minutos de sueño por noche, o lo que es lo mismo, un veinte por ciento del total del sueño. En la antigüedad, éste era el momento en el que el alma abandonaba al cuerpo para vagar por extensas praderas, enfrentar a los demonios o emprender el vuelo. El cuerpo quedaba inmóvil, atrás, lejos de la aventura y el alma se levantaba para vagar por las galerías del inconciente. Hemos volado más en esos momentos que en todos los vuelos trasatlánticos reales que pudiéramos imaginar.

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Cuando de niño vi por primera vez las nubes desde un avión, estaba seguro de haberlas visto así anteriormente.

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Es curioso que los sueños de vuelo se experimenten con más insistencia en edades tempranas o en la vejez. Algunos estudios dicen que volar en sueños es más frecuente en niños menores de seis años y en adultos mayores a sesenta. Lo que me parece más interesante es la posición que naturalmente tenemos en dichos sueños. La imagen natural del volador se nos ha presentado con el cuerpo horizontal, con la cabeza hacia el frente dirigiendo el vuelo. Seguramente la imagen responde a la lógica del vuelo de las aves, cuyo cuerpo sigue la dirección de la mirada. Cuando los niños juegan a volar, extienden los brazos al frente y se inclinan para imaginar que se elevan. Sin embargo, la forma de vuelo más común en los sueños es vertical, como en ascensión, de pie, elevándose por encima de todo. Podríamos entonces decir que el sueño de vuelo se parece más a la experiencia en un helicóptero que en un avión. Posiblemente esto obedezca a que en los sueños nunca perdemos la perspectiva de la mirada y la vista desde el cenit no nos resulta tan familiar.

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El control del vuelo en los sueños hace que la experiencia sea muy placentera. Se dice que, por sus características particulares, los sueños de vuelo facilitan el análisis de los dos estados de conciencia onírica. El primer estado es cuando soñamos que volamos, seguros de no soñar; en el segundo volamos, seguros de estar soñando. A éste último estado se le llama sueño lúcido, y últimamente se ha puesto en boga. Existen agrupaciones que plantean un entrenamiento para lograr una mayor cantidad de sueños lúcidos, lo cual aseguraría un mayor nivel de control durante la noche. Según ellos, cuando sabemos que soñamos, la experiencia onírica se expande; es tener la prerrogativa de controlar los dos mundos en que vivimos. Proponen ayuda para vivir aventuras nocturnas, de forma similar a las agencias de viaje que ofrecen excursiones a parajes exóticos. El entrenamiento para los sueños lúcidos empieza a integrar una industria que ataca un espacio en el tiempo libre que no había sido explorado.

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A fin de cuentas, el sueño es un viaje. El pensamiento vaga por lugares ocultos, privados, únicos.

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Porque en la vigilia, el sueño de vuelo se convierte en levitación. Las historias de levitación, presentes en las vidas de los santos o en su contraparte, los que tienen contacto con lo oculto, adquieren un tono onírico. Es sabido que los místicos como Santa Teresa, San Juan de la Cruz o Santa Catarina de Siena, se elevaron durante el éxtasis. Se llega a afirmar que San Ignacio de Loyola, no solamente se elevó, sino que desprendió luz en su levitación. Un caso distinto fue el de Girolamo Savonarola, quien se rebelara contra el Papa Alejandro VI en el Renacimiento, e hiciera un llamado a dejar toda vanidad y ceñirse a un orden moral estricto. Como Prior de la Basílica de San Marcos en Florencia, se rehusó a rendir homenaje a los Médicis y adquirió gran poder en la ciudad. El 12 de mayo de 1497, día de la Ascensión, en su sermón desde el púlpito de la Basílica, inició una gran hoguera en la que se quemaron artículos de frivolidad y lujo. Se recorrieron las casas en la busca de peines, espejos y obras de arte, entre muchos otros objetos que distraían de lo esencial al alma. La llamada “Hoguera de las Vanidades” que se inició ese día se repetiría al año siguiente, por lo que se le consideró un gran enemigo de las artes. Es curioso notar que Miguel Ángel Buonarotti fue un gran seguidor de Savonarola y se cuenta que él mismo participó en la “Hoguera”, quemando alguno de sus cuadros. Savonarola fue excomulgado y juzgado, terminando así con su poder político y eclesiástico sobre Florencia. Durante el juicio fue torturado y en un acto público arrancaron sus vestiduras en la misma plaza donde se hizo la “Hoguera de las Vanidades”, para después quemar su cuerpo como castigo ejemplar. Sus seguidores atestiguaban que Savonarola levitó en repetidas ocasiones durante la tortura.

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También el vuelo fue una característica común de aquellos que se podían comunicar con el más allá. Durante un estado de trance, testigos afirmaban que Daniel Dunglas Home, quien gozara de una cuestionable fama como quiromántico y mago, levitaba para salir por una ventana de su habitación y entrar por la otra. Posteriormente, el acto de volar fue un elemento muy socorrido en el repertorio de los ilusionistas. En la llamada “magia callejera” como la de David Blaine, se han propagado un buen número de técnicas de levitación basadas principalmente en el ángulo de visión del espectador, como en el efecto de “levitación magnética” o en la “levitación de Balducci”. Existe un amplio inventario de posibles trucos de levitación callejera, producto de una habilidosa disposición de los pies y de un juego con las suelas de los zapatos.

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Hace algunos años, el prestigiado mago David Copperfield visitó México. Los boletos para asistir a su espectáculo se agotaron rápidamente. En el espectáculo, el mago volaba por encima de la concurrencia sin que pudiera verse el mínimo indicio del truco. Sin embargo, el día anterior a la fecha del estreno, la empresa que organizaba el evento pidió disculpas al público y solicitó un cambio de fecha, debido a un desperfecto en la “máquina de volar”.

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Entonces vemos a quien duerme y nos preguntamos cuál es la calidad de su sueño; si vuela o si se abandona a una aventura personal, proscrita a nuestros ojos vigilantes.

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La observación de quien duerme es un tópico ampliamente explorado. Esta contemplación pone al observador en una posición de poder contra el indefenso que duerme. Quien vigila parece tiene la ventaja de la inadvertencia, pero a diferencia de quien espía las actividades de alguien despierto, el que mira no tiene acceso al mundo en el que actúa quien duerme. Esta particularidad hace que la relación de poder sea cuestionada. El conflicto se resuelve al dar más peso a la vigilia que al sueño, a los actos que al pensamiento mismo. La postura es determinante; el mundo del sueño se subordina y pierde la consistencia. Quien sueña está indefenso, impedido a la reacción oportuna ante el peligro o cualquier estímulo que requiera una respuesta conciente inmediata. La aparente inmovilidad lo hace presa fácil de cualquier enemigo real. Por otro lado, goza de una situación privada, única, inaccesible, que lo hace poseedor de un secreto inexpugnable.

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Una forma de promover una célebre guardería de la Ciudad de México consiste en invitar a los interesados en inscribir a sus hijos a que hagan una visita al establecimiento al mediodía. Según su estricto programa, a esa hora todos los niños inscritos toman una siesta. Los salones se cubren de almohadones y colchonetas en las cuales los niños duermen. Todos los salones de siesta están dispuestos con una ventana panorámica por la cual los visitantes pueden ver a los niños dormir. Entretanto, la directora del plantel explica que el sueño en los niños pequeños es básico para su desarrollo neuronal. No se muestra mucho más del edificio. Los padres se quedan únicamente con la idea de un grupo de niños durmiendo en diferentes posiciones, mientras las maestras cuidan su sueño guardando el más absoluto silencio.

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Al inicio de la novela La condición humana de André Malraux, el personaje principal acecha a su víctima que duerme, tras el velo de una cortina, con un puñal en la mano. Lo acompañamos en su angustia, antes de dar el salto y quitar la vida de su enemigo. Observa el pie de quien duerme y en el sueño vive un momento distinto. La vigilia marca su distancia y el único puente que los une es el cuchillo.

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Saúl, rey de los judíos, perseguía por el desierto de Zif al recién ungido David, para darle muerte. David, quien se enteró del lugar preciso del campamento de Saúl por medio de espías, entró a la tienda de Saúl cuando estaba dormido. Su lanza estaba clavada en el piso junto a un jarro. Lo acompañaba Abisai, quien le dijo que era su oportunidad de matar a Saúl y terminar con su persecución. David le dice que no matará al ungido por Yavhé mientras duerme, y decide tomar su lanza y el jarro que están a su lado. La iconografía posterior retrata a David, perdonando la vida de un sorprendido Saúl. El perseguidor se da cuenta de la misericordia de David, sin por eso dejar de mostrar el temor en su rostro.

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Esto lleva a la idea de vigilar el sueño de los seres queridos, de pasar las noches en vela haciendo guardia mientras quien amamos descansa. La guardia del sueño es a la vez una muestra de responsabilidad y de cariño singular, cuya simple presentación connota afectos infinitos. Es una muestra primaria de sacrificio; quien hace la guardia deja a un lado su bienestar para entregarse al otro, en un acto inicialmente contemplativo.

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En su novela La casa de las bellas durmientes, Kawabata Yasunari cuenta la historia de un hombre mayor que visita una casa de citas cuyas reglas indican que los visitantes pueden dormir al lado de una bella joven, con la condición de que no pueden tocarla ni despertarla.

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Dice García Lorca: …No duerme nadie por el cielo. Nadie, nadie. / No duerme nadie. / Pero si alguien cierra los ojos, / ¡azotadlo, hijos míos, azotadlo!...

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Según los neurólogos existe una relación interesante entre la temperatura cerebral y la estimulación al sueño. Para que se de el sueño paradójico tiene que existir una actividad regulatoria de la temperatura, producto de un balance energético del cerebro. Los vuelos, todas las sorprendentes traslaciones que se dan durante esas misteriosas puestas en escena nocturnas, siguen una fisiología concreta y observable.

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Mirar a alguien dormir es gozar de un espectáculo de inmovilidad, o más bien, de una movilidad lánguida. Sigo mirando a mi hermana, gozando el sueño de los justos, recargada contra la ventanilla del avión y ante un breve movimiento de su brazo, me sorprende la contundencia de su lentitud, contrastada con la suave rapidez del viaje entre las nubes.

Monday, February 18, 2008

La vida cotidiana

Acto seguido, el enfrentamiento a lo cotidiano, los afanes nimios que desconocen las pérdidas o los grandes propósitos, pero los entorpecen, nos hacen sentir en un remolino del cual tenemos que salir a toda costa.

Sunday, February 17, 2008

El adiós

Es inútil tratar de explicar por qué mi papá murió de un padecimiento que podía haber sido controlado con cierta facilidad. Mis tres hermanos y yo permanecimos mirando el cuerpo embalsamado, sin entender cómo un hombre sano podía estar en ese lugar. Yo sentí que en cualquier momento se levantaría para opinar sobre nuestros comentarios y protestas.

Lo incineraron el miércoles de ceniza.